Origen del JABALÍ en Argentina

Jabalí, (Sus strofa)

(Orden Artiodactyla, familia Suidae).

El Jabalí, es originario de Eurasia (Europa central y sur y Asia Menor, central y oriental hasta la India, Indochina y China) y noroeste de África. Hoy en día ha desaparecido de muchas partes de Europa, corrido por la civilización.

El jabalí fue introducido en la Argentina en 1906, por iniciativa del hacendado Sr. Pedro Luro, quien pobló un coto de 200 hectáreas de su estancia San Huberto, cerca de Santa Rosa, provincia de La Pampa, con ejemplares procedentes de Europa y con el único fin de cazarlos deportivamente una vez naturalizados. De este coto fueron llevados posteriormente algunos ejemplares a campos cercanos al lago Nahuel Huapi (estancia Huemul, provincia del Neuquén). Estos han sido los dos centros de dispersión del jabalí en el país.

En el año 1914, muchos jabalíes lograron escapar de sus encierros y se dispersaron en todas direcciones, invadiendo el sur de San Luis, de Córdoba y el sudoeste de Santa Fe, casi toda La Pampa, norte y sudoeste de Río Negro, sudoeste del Neuquén y todo el oeste del Chubut y, tal vez, llegue hasta el lago Buenos Aires, en el noroeste de Santa Cruz. En el departamento de Colón, provincia de Entre Ríos, ha sido introducido más recientemente y ha invadido ahora, como consecuencia, el Parque Nacional El Palmar. Las citas de jabalíes para el sudeste de Buenos Aires (Mar Chiquita, Madariaga y zonas vecinas) deben ser referidas, quizás, a cerdos cimarrones de antigua data.

En La Pampa y San Luis, el jabalí ocupa las provincias fitogeográficas del Monte y del Espinal xerófilos, donde suele acercarse a las lagunas con vegetación de alto porte y también en los lodazales donde puede ocultarse para dormir de día y protegerse. Habita así mismo diversas áreas de los parques nacionales Lanín y Nahuel Huapi (península. Huemul y Veranada de Torrontegui), especialmente en la región preandina, buscando cañaverales de colihue y de quila (Chusquea spp.), matorrales de michai o calafate (Berberis spp.) y bosques de pehuén (Araucaria araucana), a los cuales se acercan en la época de abundancia de piñones, de los que se alimenta con fruición.

En 1953, por ley nacional, se declaró al jabalí especie dañina de las actividades agrícola-ganaderas y luego las provincias de Buenos Aires, La Pampa, Río Negro, Neuquén y Chubut, adoptaron similar temperamento.

El jabalí es omnívoro y come raíces, tubérculos, gusanos, lauchas, huevos de aves y hasta carroña; invade los sembrados de maíz, trigo y otros cultivos y llega hasta atacar las majadas de ovejas. Es de hábitos nocturnos, muy andariego y errante y prefiere los pajonales y terrenos pantanosos.

Constituye realmente una amenaza para las actividades agropecuarias y, asimismo, para la estabilidad de muchos ecosistemas, por su carácter invasor, acción depredadora en piaras, que se agrava con la destrucción del suelo por su costumbre de hozar la tierra, particularmente en los cultivos de hortalizas, cereales y forrajeras. Por otra parte, es una especie feroz y temible, que carece prácticamente de enemigos naturales en el país. Tal vez el puma (Felis concolor) pueda atreverse a depredar sobre los jabatos.

Además de la caza deportiva, el jabalí es perseguido comercialmente para aprovechar su cuero en talabartería y marroquinería y su cerda en cepillería. También su carne es muy gustada en los restaurantes de la región turística de San Martín de los Andes y de San Carlos de Bariloche.

Chancho Cimarrón (Sus scrofa domestica)

El chancho cimarrón está ampliamente distribuido por todo el mundo y es muy destructor de la vegetación y muchas veces también de algunas formas de la fauna silvestre; en particular de aves y pequeños mamíferos.

En la Argentina, el cerdo o chancho cimarrón, llamado asimismo chancho alzado o asilvestrado, era muy abundante en gran parte de su territorio, como descendiente de cerdos domésticos introducidos por los conquistadores españoles, pero desapareció casi totalmente a principios del presente siglo, aunque han quedado, hasta hoy en día, algunos grupos aislados en las provincias de Buenos Aires y La Pampa y en la Patagonia, donde han sido declarados animales dañinos. Vivía en piaras, en los campos bajos, con lagunas, bañados y arroyos, donde se cobijaba entre los altos pajonales. En la provincia de Buenos Aires, era bastante numeroso en los campos, médanos y cangrejales aledaños al cabo San Antonio, donde aún persiste, pero muy reducido en sus poblaciones; también suele vérselo todavía en los alrededores de la laguna de Mar Chiquita. Así mismo era abundante en la región chaqueña de las provincias de Salta, Santiago del Estero, Formosa y Chaco.

El chancho cimarrón es bastante pesado, del tamaño del doméstico, pero de patas más largas, con defensas (colmillos) que alcanzan gran desarrollo, orejas largas y caídas y con la cola más o menos recta, en cambio, en el doméstico, está arrollada en tirabuzón; El pelaje es variado (overo, colorado, bayo, blanquizco), aunque más comúnmente se veían los colorado-negruzcos. El cerdo cimarrón puede cruzarse con el jabalí en los lugares donde éste existe introducido y también con otros chanchos salvajes nativos (Tayassuidae, pecaríes).

En los parques nacionales Nahuel Huapi y Los Glaciares existen cerdos cimarrones, que causan serios perjuicios a la vegetación indígena. Entre los carnívoros cimarrones, el gato (Felis cutus) y el perro (Canis familiaris) son las especies más destructivas. Ellos vuelven a la vida salvaje con gran facilidad, son eficientes depredadores y hacen muchísimo daño a la fauna silvestre.

Ambos son responsables de la desaparición de varias formas de animales nativos, particularmente en las islas. Hay gatos cimarrones en la isla Victoria, Parque Nacional Nahuel Huapi, que ocasionan graves destrozos entre la avifauna autóctona.

Fuentes:

👉 REVISTA DEL MUSEO ARGENTINO DE CIENCIAS NATURALES "BERNARDINO RIVADAVIA" e INSTITUTO NACIONAL DE INVESTIGACION DE LAS CIENCIAS NATURALES.
DIRECTOR: DR. JOSE MARIA GALLARDO
ISSN 0373-9066
Zoología. Tomo XIV, NRO 2.
LOS VERTRBRADOS EXOTICOS INTRODUCIDOS EN LA ARGENTINA
POR JORGE R. NAVAS
BUENOS AIRES, octubre de 1987